Se trataba de un lugar sin agua corriente ni electricidad. Ni siquiera árboles. Despojado en el sentido más literal, el lado positivo es que un terreno de estas características también puede darle lugar a la casa de los sueños. En este caso, la idea fue, sin muchas vueltas, levantar una estructura sencilla, cómoda, para usar sobre todo los fines de semana. Como el propietario es proveedor de materiales para la construcción de galpones, la familia tenía por dónde empezar. En una segunda instancia, se trabajó en conjunto con Mesopotamia Buenos Aires sobre los revestimientos y la ambientación, para que el conjunto fuera tomando forma de hogar. Y aun más, porque, amén de una calibrada rusticidad, no faltan rincones sofisticados ni detalles de confort como aire acondicionado y calefacción central.
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